Las abejas se originaron hace alrededor de 100 millones de años en forma simultánea con las flores. A partir de la evolución conjunta de abejas y plantas, se dotó a las plantas con flor (Angiospermas) y sus agentes polinizadores (abejas) de enormes ventajas adaptativas que le permitieron dominar el ambiente en los tiempos modernos. Este proceso de evolución originó miles de especies de abejas adaptadas a las flores que le aportan su sustento, con altos niveles de especialización, sobre todo en las abejas solitarias que colectan sobre especies vegetales en ciertos casos muy específicas. Pero alcanzó su estado más perfecto en las abejas sociales y dentro de estas quizá la más conocida es Apis melífera; que gracias a una muy eficiente comunicación entre los individuos que conforman la colonia, logran un muy eficiente flujo de información para interactuar con el ambiente.
La principal función de las abejas en la vida del planeta es la polinización de los cultivos, incluso en el caso de la abeja melífera bien podríamos decir que se trata de insectos que “además de polinizar, producen miel, polen, propóleos, cera, jalea real y venenos para beneficio de la humanidad”.
El 75% de los cultivos en el mundo se benefician con la polinización y las abejas son los más importantes polinizadores. Hoy se sabe que el 90 % de las 250.000 especies de plantas con flor reconocidas en el mundo se benefician con la visita de las abejas, que son responsables de entre el 15 y 30% de la producción de alimentos de origen vegetal. La polinización por abejas es responsable no sólo de la cantidad, calidad y valor comercial de los cultivos; sino además de la provisión de importantes servicios al medio ambiente mediante el aporte al mantenimiento de la biodiversidad.
«Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres» – Albert Einstein-
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